viernes, 2 de marzo de 2012

Todo aquello que un día me exigí a mi misma cumplir he impartido hoy a una chica que lloraba en la hora del recreo porque un "amigo" le ha dicho que no quería saber nada de ella. Tendríais que haberla visto llorar... con argumentos tales como: "me agobias, nuestra amistad se ha acabado A." y le decía cosas como: "A. no merece la pena que te martirices cuando no eres la culpable, él es de personalidad DÉBIL que prefiere estar con "amigos" que, cuando acabe el bachillerato -si es que lo acaba-, perderá porque la "amistad" en el colegio -con excepciones pero realmente son pocas-, se acaban acabando por unos motivos o unos otros" "Una amistad es de dos personas, en el momento que una de ellas se desentiende de la otra y le hace pasar malos ratos y encima no es esa persona si no la que intenta mantener a flote la amistad la que se rebaja y perdona, no es demasiada o más bien no es buena señal, créeme."
Y ella... venga a llorar, y venga a llorar... diciendo: "R. es que es muy fuerte" -entre sollozos.


¿Conclusión? No confiéis en aquellas personas que no se merecen vuestra confianza, como dice el dicho: más vale solo que mal acompañado. No se puede aplicar mejor.
En la vida no es buena ser rencorosa, pero en situaciones como ésta es estrictamente necesario, al menos hasta cierto punto, sin pasarse claro, nada en exceso es bueno pero carecer y ser una persona objeto tampoco es saludable. 

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