Una vez más.

Me desperté como cada mañana en aquella cama de matrimonio pero que las últimas noches había sido como una individual prácticamente. Estábamos a pleno agosto, llegando ya a finales, y el clima en este lugar era cálido a más no poder. Por lo tanto, tenías que dormir con la menor ropa posible, y, algo hizo que me despertase con un mal humor que ni yo misma podía aguantármelo, ¿qué eran? Las molestas sábanas que, a causa del calor, se habían aferrado a mi piel, concretamente la parte de las piernas, sin querer irse de allí por más que ponía empeño en ello.

Aquello  consiguió sacarme de mis casillas más de lo que llegué a creer porque me desveló por completo. Miré a mi alrededor y no supe dónde estaba así que, me dirigí al salón, y entonces, me acordé, estaba con él, pero, ¿dónde estaba él? Seguí mi camino hacia delante para intentar averiguar la respuesta a mi pregunta. Entonces escuché un ruido, y vi a alguien tumbado completamente dormido sobre el sofá, me acerqué y era él, pero, ¿qué hacía ahí?

Me senté en el suelo delante de él observándole detenidamente, esa perfección de rostro, esa peca peculiar suya en el moflete, ese pirsin en el labio inferior, esos labios tan sumamente apetecibles y sexys, ese pelo más que sano suyo de color negro… completamente todo él era maravilloso.

Empecé a bufar lenta y delicadamente para que se despertara de buen humor ya que no me apetecía comprobar cómo era en caso contrario.

Pero por mucho más que soplaba, no se daba cuenta, o no quería, nada, inmune. Me preocupé, ¿le pasaría algo? De repente, su imagen se fue difuminando de mi vista, ¿qué estaba pasando? Me sentí humedecida, abrí los ojos, de acuerdo, todo había sido un sueño, de nuevo, un dulce pero que cuando me despertaba se convertía en la peor de mis pesadillas porque me daba cuenta de que no le tengo conmigo.